noviembre 14, 2008

Centellita...


Felipe Rivera (Centellita)
Lugar de Nacimiento: Ponce , Puerto Rico.
Fecha de Nacimiento: 19 mayo
Lugares donde creció: Playa de Ponce, Puerto Rico
Bronx, N.Y. hasta los 11 anos y medio .

Bienvenida a la pagina de Centellita

Espero que esto se convierta en una herramienta para que sus sueños se conviertan en una realidad, ya que se que en estos dias de tanta escacez, hay medios de tener exito y el primer lugar para alcanzarlo es en nuestro mas profundo deseo, ahi es donde esta el verdadero tesoro. Esto lo descubrió Centellita a los 7 años de edad, ya que no tenia muchos sitios donde acudir y descubrió que la grandeza del ser humano esta dentro de uno mismo. Espero que en los capitulos y los talleres de Centellita tu también descubras el potencial de exito que hay en ti. ¡Si se puede ,si se puede!

noviembre 05, 2008

CENTELLITA, ¿QUIÉN ES?

Quiero, ahora, narrarte la historia de Centellita como yo la recuerdo.

Este es un niño llamado Centellita; su nombre no era algo positivo, ya que en su país, centella es una piedra o meteoro que cae del cielo o un relámpago con estruendo. En verdad, no era que fuera malo sino que no permitía que nadie lo pisoteara.

Centellita era despreciado, no por ser travieso sino por ser extremadamente pobre; se crió en el Bronx (Nueva York) donde todos eran pobres, pero él era el más pobre de los pobres y no se le permitía jugar con los demás niños.

Las madres de estos niños les decían:

-No te juntes con Centellita porque va a ser un ladrón y drogadicto. Además, va a parar a la cárcel a temprana edad, pero ustedes no; ustedes van a ser doctores, ingenieros, abogados; así que no se junten con él.

Le pregunto al lector: Si a los ocho años de edad te dicen todas estas cosas tan negativas, ¿cómo terminarías en el futuro? Conforme a los psicólogos: mal. Pero Centellita tenía algo muy especial: era un soñador. El prohibirle a los demás niños que jugaran con él, ¿qué cree que iba a pasar?

Como todos los niños, siempre se las ingeniaban para estar juntos, pero cuando las madres veían a Centellita lo sacudían por el brazo y le gritaban:

-No te quiero jugando con mis hijos, ya que tú vas a ser un tecato, ladrón y vas a ir a parar a la cárcel. Pero mis hijos no; ellos van a ser hombres de provecho: doctores, ingenieros, abogados… Ellos no pueden compartir con los de tu clase. Además, estás todo mugroso. Mira la facha que tienes; tu suéter está roto; tú vives de la asistencia económica y nosotros no.

Centellita les contestaba:

-Yo no sé si voy a ser doctor o policía o el presidente de los Estados Unidos y sé que vivo de la asistencia social. Pero nunca seré lo que tú dices; yo se lo prometí a mi madre y soy un hombre de palabra. Algún día podré sacar a mi madre de la pobreza y no perderé mi dignidad. Esto lo juro.

¡Qué convicción tenía Centellita! Yo quería ser como él. Aún hoy, quiero ser como él, ya que muchas veces me desanimo por falta de convicciones. Su madre no sabía todo lo que le estaba aconteciendo, ya que su hijo se lo ocultaba. No quería que su madre tuviera problemas con las demás; él conocía el genio de su progenitora. Pero como todo bajo el sol: tarde o temprano se sabe.

Luego, su madre decidió volver a su país natal donde se habla español y Centellita no conocía el idioma, ya que en el Bronx sólo hablaba inglés y él no fue a la escuela bilingüe allá. En su país natal lo matricularon en la escuela, ya que su madre, por supuesto, deseaba que aprendiera algo. Aunque era disléxico, la señora no perdía las esperanzas puestas en él.

Cierto día en el salón de clases, la profesora le pidió que leyera algo y él le contestó:

-Yo no sé leer español.

Y frente a toda la clase ella le gritó:

-¿Qué eres, retrasado mental?

Otro título; primero ladrón, tecato, que iba preso y, ahora, retrasado mental. ¿Qué más le podían decir a un niño? De seguro, se arrastra, dirían muchos. Pero no; siempre se aferró a la promesa que le hizo a su madre para que ella se sintiera orgullosa de él.

A los veintiún años de edad, en una respostería o panadería, no sé como le decían en su país, se encontró con aquella profesora que le había gritado “retrasado mental”. Ustedes saben que los rostros de los niños cambian, pero los de los profesores no; la profesora no reconoció a Centellita y el le dijo:

-Quiero recitarle algo.

Playa serena que arropa a sus hijos con luz, tan brillante faena.

Su arena conquista la piel más desierta, el mar con su majestuosa belleza

te influye algo de grandeza.

El cielo cobija tu piel y la mía, pues él es testigo de tu piel tibia.

Un árbol pequeño y frondoso que parece castillo cristalino y brilloso.

Decididos pies que caminan por la arena,

Decididas manos que aprietan.

Palabras que salen, que sólo el alma escucha dentro.

Es el lenguaje sencillo que conquista tu rostro.

La profesora le dice:

-¿Qué le pasa a usted señor, está loco?

-No. Soy aquel “retrasado mental” de su clase de español que no sabía leer ni escribir. Hoy soy poeta y escritor.

Ella no le pidió perdón y creo que fue lo mejor, ya que su comentario fue el combustible para que él aprendiera a leer y a escribir.

Años luego, Centellita decide ir a visitar a sus antiguos amigos, los “doctores, ingenieros y abogados”, que dejó atrás en el Bronx. Visitó todo el vecindario y muchos recuerdos volvieron a pasar por su mente, los buenos y los malos, pero sólo se enfocó en los buenos, ya que quería disfrutar el verano en Nueva York. Estando de paseo por la cuadra se encuentra con una de las madres que no le permitía jugar con su hijo, ella se pone pálida como si hubiera visto un fantasma y, temblando, le dice:

-¿Tú no estás muerto?

Él le contesta:

-Señora mía, estoy vivito y coleando.

Ella le pregunta:

-Pero, ¿tú no eres Centellita?

-Sí, señora mía.

Hacía años que no lo llamaban así.

Ella le dice:

-Pero, ¿no estás preso?

-No me falte el respeto; soy hombre de buena reputación en mi país.

Centellita le preguntó por su hijo, el doctor, y ella volvió a ponerse pálida y temblorosa y le contestó que había muerto.

Ya que pensó que como doctor era factible que lo hubieran matado en un asalto, preguntó:

-¿Lo asaltaron?

Pero ella contestó:

-No. Murió de sida en la cárcel.

Centellita la mira y la abraza con lástima pensando en lo que había pasado. No sé si el pensaba en mí, pero yo sí, ya que tenía muchos recuerdos de cuando él veía a su madre sacudirme y él también lloraba. Él sólo quería jugar, como niño, al fin. Los consejos parecían buenos, pero los ejemplos eran malos.

¿Saben cuál era la diferencia entre Centellita y el otro niño? Que nadie le podía robar sus sueños.

El día que un ser humano permita que otros le roben sus sueños, ese mismo día dejará de ser un ser humano.

Dios nos dio el poder de soñar.

¿Quieren saber quién es Centellita? Ese soy yo.

Felipe Rivera alias Centellita.



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